La carrera armamentística derivada de la construcción en 1942 del primer reactor nuclear experimental, junto al resto de procesos del combustible nuclear, en el marco del proyecto Manhattan, culminó con el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
El fin de la Segunda Guerra Mundial dio paso a que las corporaciones implicadas en los proyectos de armamento nuclear, también construyeran plantas nucleares de producción eléctrica para uso civil. La descomunal inversión económica por parte de los departamentos de defensa en armamento nuclear de las respectivas potencias nucleares, nutrió e hizo dependientes del presupuesto público a estas corporaciones del ámbito del armamento y la aeronáutica (Boeing, Northrop Grumman, General Dynamics, GenCorp Aerojet, Huntington Ingalls, y Lockheed Martin), y otras relacionadas con la energía nuclear (Babcock & Wilcox, Bechtel, Honeywell International, y URS Corporation). Además, el oligopolio de la guerra nuclear se beneficia de que no se puede hacer un exhaustivo control de la ejecución de los contratos adjudicados, amparándose en la normativa de secretos oficiales por ser una materia de seguridad nacional.
La privatización del desarrollo de armamento nuclear ha hecho que los grupos de presión de estas empresas gasten millones de dólares en financiar campañas de políticos y partidos (con opciones de gobernar), para que sigan invirtiendo en armamento nuclear y en centrales nucleares. Los académicos centrados en estrategia nuclear y los think tanks, como la RAND Corporation entre otros, vinculados y financiados por y para la carrera armamentística, alimentaron constantemente la estrategia de la destrucción mutua asegurada en el marco geopolítico global de la Guerra Fría, y los funcionarios de Washington fueron convenciéndose de la necesidad de esta estrategia nuclear.
El fin de la Guerra Fría ha generado nuevas amenazas, pero los presupuestos públicos de las potencias nucleares siguen destinando enormes inversiones en los arsenales nucleares. La oficina prespuestaria del Congreso de los EEUU estima que, entre 2015 y 2024, será necesario gastar unos 35.000 millones de dólares cada año para el mantenimiento de los arsenales nucleares.
Paradójicamente, un informe emitido en 2012 por un comité de alto nivel presidido por el Vicepresidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, el General James Cartwright, concluyó que “no sensible argument has been put forward for using nuclear weapons to solve any of the major 21st century problems we face [including] threats posed by rogue states, failed states, proliferation, regional conflicts, terrorism, cyber warfare, organized crime, drug trafficking, conflict-driven mass migration of refugees, epidemics, or climate change. In fact, nuclear weapons have on balance arguably become more a part of the problem than any solution.” .