Gatopardismo socialista: Alemania

En su novela El Gatopardo (1958), Giuseppe Tomasi di Lampedusa expuso una paradoja socio-política: «cambiar todo para que nada cambie». Así, el gatopardismo o lo lampedusiano, se refiere a la capacidad o intención de la aristocracia y las clases privilegiadas para aceptar los movimientos revolucionarios a fin de conservar su influencia y poder.

En la lucha por la igualdad, que ha sido el eje fundamental del comunismo, surgió la alternativa socialdemocráta, cristalizada en el Programa de Gotha (1875) y se reafirmó en el Programa de Erfurt (1891) del SPD alemán, que fueron duramente criticados por Marx y Engels, respectivamente.

Así, donde el comunismo defendía una lucha de clases, la socialdemocracia defiende que ha habido una mejora de las condiciones del proletariado hacia unas clases medias; allí donde el comunismo defiende la erradicación del sistema capitalista y de la propiedad privada, la socialdemocracia defiende un mejor reparto de derechos en un «capitalismo mejorado»; y allí donde el comunismo marxista defiende la revolución como medio de conseguir la transformación hacia una sociedad sin clases, la socialdemocracia defiende la vía política y sindical legal, mediante una lenta y prolongada evolución social, pasito a pasito, suplicando y arrancando progresivamente más derechos para la clase trabajadora, pero en un contexto de «paz social».

Por supuesto, estas revisiones antimarxistas en clave reformista, en lugar de revolucionarias, eran mucho más interesantes para las clases privilegiadas, a fin de mantener durante mucho más tiempo sus privilegios, incluso con el apoyo de los partidos socialdemocrátas, por supuesto ya legalizados, en tanto que «enemigos funcionales e inocuos». A partir de esta escisión ideológica, la clase trabajadora se vio trágicamente dividida entre el comunismo y la socialdemocracia. Los casos de colaboración de los partidos socialdemocrátas con todo tipo de decisiones directamente contrarias a los intereses de la clase trabajadora son constantes a lo largo de la historia y por todo el mundo. Pero el caso de la socialdemocracia alemana ha sido, no sólo paradigmático, sino que se convertiría en una fuerza esencial para la lucha contra la expansión del comunismo.

El SPD, fundado en 1863 como un partido obrero de ideología marxista, se convirtió a lo largo de su historia en un partido socialdemócrata moderado de gran alcance popular. En 1875, con el Programa de Gotha, comienza su deriva socialdemócrata con la unificación del entonces SDAP y la lassalleana Asociación General de Trabajadores de Alemania (ADAV), que apoyaba al canciller Bismarck en la unificación alemana. En 1890 adquiriría definitivamente el nombre de SPD y Bismarck lo legalizó. En 1891 en el Congreso de Erfurt, se profundizó en la estrategia reformista, de actuación legal e institucionalización.

El SPD, en 1912, se convirtió en la primera fuerza del Parlamento alemán con 110 diputados de 409, pero pronto tendría que pagar el precio ideológico que exigía mantenerse institucionalizado. El SPD, a pesar de su supuesto antimilitarismo y las protestas encabezadas por Rosa Luxemburgo, votó mayoritariamente en el Reichstag para los créditos de guerra del kaiser en la Primera Guerra Mundial, para cumplir su «deber patriótico», y no solo eso, sino que le prometió al kaiser renunciar a huelgas y a la remuneración de los sindicatos mientras durara la guerra, posibilitando así la movilización de las fuerzas alemanas («paz ciudadana»). El socialista Karl Liebknecht, que votó en contra de los bonos de guerra, fue detenido por los militares a requerimiento de la propia dirección del SPD.

Tras la guerra, el cambio constitucional exigido por los vencedores (EEUU), para que Alemania pasara de una monarquía constitucional a una monarquía parlamentaria en octubre de 1918, y que supuso la primera entrada en el gobierno del SPD, profundizó aún más la idea socialdemócrata de que la revolución era supérflua. En la Revolución alemana de noviembre de 1918, el SPD se puso de acuerdo con el canciller Max von Baden para evitar la revolución social, mantener el orden constitucional (monárquico), y que no sucediera como en la Revolución rusa de 1917.

Los revolucionarios alemanes consiguieron la abdicación del monarca, e incluso se nombró canciller al líder del SPD (Friedrich Ebert), se proclamó la república socialista alemana y se convocaron elecciones inmediatamente en todos los consejos de trabajadores y de soldados, ganando las elecciones el socialdemócrata Ebert, que fue proclamado presidente; parece que todo cambió.

Sin embargo, la dirección del SPD consideraba ahora una amenaza a los Consejos y no las viejas élites de militares y la administración. En un pacto secreto entre Ebert y el mando supremo del ejército, seguido por militares de la vieja guardia, Ebert ordenó el ataque militar contra los revolucionarios, que se llevaron a cabo incluso cuando estabam desarmados.

En esa desilusión con el SPD, se fundó el Partido Comunista de Alemania (KPD), cuyo programa político lo presentó Rosa Luxemburgo el 31 de diciembre de 1918. Una nueva ola revolucionaria comenzaría el 5 de enero de 1919, esta vez pidiendo el derrocamiento del gobierno de Ebert. No obstante, Ebert no estaba dispuesto a dejar el poder y, para ello, utilizó incluso a los antirrepublicanos Freikorps estacionados en Berlín, que masacraron a los sublevados, muriendo fusilados cientos de personas.

Los supuestos instigadores del alzamiento, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, fueron capturados, torturados y asesinados, tirando el cadáver de Rosa Luxemburgo a un canal de Berlín. Los militares quedaron sin castigo, el SPD ganó las siguientes elecciones, Ebert se mantuvo como presidente de la república alemana hasta su muerte en 1925, y la rivalidad entre el SPD y el KPD impidió una alianza contra el NSDAP, que se hizo más fuerte desde 1930; así que nada cambió. En 1929 un joven Herbert Ernst Karl Frahm (posteriormente conocido como Willy Brandt) se afilió a las juventudes socialistas y al año siguiente en el SPD.

En 1933 el partido Nazi ilegalizó el SPD, y sus miembros obligados a exiliarse. En 1933, usando sus conexiones en los astilleros y el nombre falso Willy Brandt, abandonó Alemania y marchó a Noruega para escapar de la persecución nazi. En 1934, Willy Brandt participó en la fundación de la Oficina Internacional de Organizaciones Juveniles Revolucionarias y fue elegido para ocupar la Secretaría. En esta Oficina Internacional, Willy Brandt tuvo contacto con el POUM español, y, en 1937, viajó a España donde luchó junto a las milicias del POUM en el frente de Huesca.

En 1938, el Gobierno alemán le revocó a Willy Brandt la ciudadanía, por lo que solicitó la ciudadanía noruega, y ejerció el periodismo.​ En 1940, fue arrestado en Noruega por las fuerzas de ocupación alemanas, pero no fue identificado. Tras su liberación, huyó a la neutral Suecia, donde siguió ejerciendo el periodismo, dirigiendo la «Agencia de prensa sueco-noruega», y militando en los círculos socialdemocrátas del exilio. El trabajo periodístico de Willy Brandt consistía en reunir información sobre la situación de la Noruega ocupada y la Alemania nazi. Desde 1943, Willy Brandt suministró, a la embajada norteamericana en Estocolmo, información y documentos políticos sobre la situación de la Alemania nazi. Brandt era un gran activo para la inteligencia militar estadounidense, y, el 22 de mayo de 1944, una carta de la legación estadounidense en Estocolomo, se refiere a él como «uno de los representantes» de la Office of Strategic Services (OSS), que posteriormente se transformaría en la CIA, y «uno de los más probables para jugar algún papel después de la guerra«.

Una vez finalizada la guerra, en 1945 Willy Brandt regresó a Alemania, trabajando como corresponsal para periódicos escandinavos, ejerciendo durante un tiempo como agredado de prensa de la legación diplomática de Noruega en Berlín. En 1947 recuperó la ciudadanía alemana y adopta oficialmente el nombre de Willy Brandt. En 1948 se vuelve a afiliar al SPD, y su presidente, Kurt Schumacher, le nombra representante suyo en Berlín. Así, Brandt pasa a dirigir las relaciones con las autoridades Aliadas en Berlín, convirtiéndose pronto en el hombre de confianza y protegido del alcalde regente, Ernst Reuter, un excomunista del SPD.

En esa época, en plena división tanto de Alemania (algo ya acordado en Yalta, antes del fin de la guerra, y Postdam) como de Berlín (cuatro sectores), ésta era la piedra de toque en las relaciones entre el Este y el Oeste, y le permite a Brandt codearse con Eisenhower, Foster Dulles (hermano mayor del primer director civil de la CIA en 1953), De Gaulle, Kennedy y los políticos más destacados de ese periodo histórico.

Por supuesto, durante la ocupación de Alemania occidental por los Aliados, el sistema económico era capitalista o economía social de mercado. En 1949, tras aprobarse en el oeste una nueva Constitución, se creó la República Federal de Alemania (RFA), que recobraría parte de su soberanía, en las primeras elecciones libres desde 1933, eligiendo un parlamento que, con la alianza de los liberales, dio su confianza al canciller al democristiano (CDU) Konrad Adenauer. La CDU, compuesto por anticomunistas, liberales y antiguos nazis, era el partido que más confianza daba a EEUU y Reino Unido, y se mantuvo en el poder hasta 1969. El Plan Marshall, el incumplimiento de la obligación de desindustrializar la RFA que se acordó en la Conferencia de Postdam (julio-agosto de 1945), la anulación de hasta el 60% de las reparaciones de guerra de la RFA, y las políticas de Ludwig Erhard de la CDU (y miembro de la Sociedad Mont Pelerin) crearon el «milagro económico» de la RFA, basadas en la introducción del nuevo Marco alemán y la aceptación de una alta tasa de inflación y de desempleo, como parte del sacrificio para ser competitivos y que aumente el PIB.

La única opción del SPD para convertirse en un partido de gobierno, era ser más centrista y moderar aún más sus posturas ideológicas. En 1959 el SPD aprobó el Programa Godesberg que abandonaba su compromiso con el marxismo, apelaba a una clase media de votantes con un «capitalismo democrático», y se opuso a la reunificación alemana, en parte por la impuesta unificación del SPD y el KPD en Alemania Oriental. Con la nueva ideología reformista, Brandt fue el candidato del SPD a la cancillería en 1961 y 1965, fracasando en ambos casos ante la CDU. Al SPD le quedaban ya pocos sacrificios ideológicos que poder hacer para ganarse al electorado, así que, en otro alarde de pragmatismo, en 1966 se formó una gran coalición entre el SPD y la CDU, con Brandt como ministro de Asuntos Exteriores y Vicecanciller, y en 1969 el SPD conformó una débil alianza con el partido liberal, aunque esta vez Brandt fue elegido Canciller de la República Federal de Alemania.

En 1974, diversos escándalos (incluido uno de espionaje soviético de quien sería su mano derecha, Günter Guillaume), las huelgas, la crisis del petróleo de 1973, etc., hicieron que Brandt dimitiera y pasara, en 1976, a asumir la presidencia de la Internacional Socialista, que mantuvo hasta 1996, y que compatibilizó con la presidencia del SPD hasta 1987. Le sucedieron Helmut Schmidt como Canciller, y Hans-Jochen Vogel como presidente del SPD; ambos combatieron en su juventud en las filas nazis.

El reformismo socialdemócrata ha transformado estos partidos en parte del establishment, del sistema de privilegios, apoyando una política económica neoliberal, e ignorando los intereses reales de la clase trabajadora. El modelo de moderación del SPD se exportará a otros países europeos, como veremos en el caso español, y de otros continentes a través de la Internacional Socialista (también refundada en 1951 en Frankfurt, alejándose de cualquier propuesta que pueda parecer comunista) y el conglomerado de fundaciones socialdemócratas.

Referencias