En 2015 se agudizó el flujo de migrantes y refugiados en situación de vulnerabilidad que querían entrar en la UE, utilizando precarias embarcaciones y atravesando el Mediterráneo desde las costas de Libia, para llegar a Grecia e Italia y continuar su tránsito hacia Europa central y del norte.
Se estima que hasta septiembre de 2015, utilizaron esta vía migratoria casi 1 millón de personas y que han fallecido casi 3.000 personas, el 73% de las muertes de migrantes en tránsito hacia su destino, ocurridas a nivel mundial.
La mayoría de estos movimientos de población, los más importantes en Europa desde la II Guerra Mundial, se caracterizan por una migración forzada de víctimas de conflictos armados, persecuciones, pobreza, cambio climático o violaciones masivas de los derechos humanos.
La presión de llegadas de migrantes en 2015 se ha reducido en los últimos años, pero aún lo intentan más de 100.000 personas cada año, y fallecen o desaparecen más de 1.500 personas cada año, en su ruta hacia Europa .
La crisis migratoria que estalló en 2015, provocó inhumanitarias decisiones de las autoridades italianas, húngaras y británicas, reprimiendo, criminalizando, deteniendo y expulsando a los migrantes, incluso utilizando el ejército. Los esfuerzos de la Comisión Europea para que cada país miembro acogiera y se repartiera un determinado número de migrantes, rebajando la presión sobre los países de entrada, sólo se puede calificar como de fracaso.
El objetivo al que se llegó a un acuerdo en septiembre de 2015 (con el voto en contra de Hungría, República Checa, Eslovaquia y Rumania), era acoger en diferentes países europeos a 160.000 personas, con lo que no se resolvería más que un 2% del flujo migratorio de casi un millón de migrantes sólo en 2015. En 2017, el comisario europeo de Migraciones reconoció que sólo se llegaría al 25% del objetivo; España sólo llegaría al 10% de su compromiso .
La presión migratoria en España (Canarias, Ceuta y Andalucía), Grecia, Italia y, en 2021, Polonia, se intensifica, provoca conflictos, revueltas, xenofobia, y respuestas cada vez más vulneradoras del derecho internacional de asilo, que apuestan por mayor vigilancia fronteriza y la construcción de barreras más altas y peligrosas en las fronteras.