En España y en otros países, incluidos los denominados «desarrollados», la Covid-19 ha pillado por sorpresa a la gran mayoría, no solo por los reproches a la opacidad que pudiera achacarse a las autoridades chinas, sino por una evidente falta de preparación para la gestión de esta clase de crisis.
La falta de preparación ante pandemias se materializó en carencias de materiales en atención primaria y hospitalaria (desde mascarillas hasta respiradores), la desconexión de las residencias de mayores con la asistencia sanitaria y la descoordinación entre administraciones (por ejemplo, muchos países ignoraron las restricciones de viaje que recomendaba la OMS), además del retraso en aconsejar o decretar medidas de distanciamiento social a principio de marzo de 2020, por no hablar de algunas estrategias de inmunidad de rebaño practicadas en países como Reino Unido, Estados Unidos o Brasil, una manifestación del fatalismo de ciertos gobiernos ante la expansión del virus, que han costado miles de vidas humanas .
En general, no se implementaron lecciones de epidemias y de ejercicios de entrenamiento anteriores, por ejemplo, manteniendo adecuadas reservas de material sanitario y una infraestructura sanitaria suficiente. Como consecuencia de la epidemia de SARS de 2002-2003 en China, la OMS modificó el Reglamento Sanitario Internacional (2005), el cual no fue cumplido globalmente, ya que la propia OMS ha determinado que «The vast majority of countries currently have low or moderate levels of national preparedness» .
Lo cierto es que los expertos ya lo habían avisado antes de que ocurriera: «(…) existe la probabilidad, casi la certeza, de que se produzca otra epidemia del ébola o una nueva pandemia de gripe. De hecho, las únicas incertidumbres en este sentido son el cuándo y el cómo surgirán estas epidemias o alguna otra amenaza nueva pero igual de letal.» .