El Partido Socialista Obreo Español (PSOE) gobernó España, con Felipe González como presidente del gobierno, entre 1982 y 1996. En la línea ideológica de la socialdemocracia alemana, sus promesas combinaban el crecimiento económico, la reducción del desempleo, la mejora del bienestar social y el incremento de las políticas sociales.
No obstante, el sometimiento de las socialdemocracias al Consenso de Washington imponía ciertas políticas económicas que el gobierno del PSOE debía realizar para integrarse en la Unión Europea, en el comercio internacional e incluso en la OTAN. Así, Felipe González implantó un agresivo programa de liberalización de la economía española, que afectó a todas las regiones, sectores y clases sociales. Las medidas clave, desarrolladas entre mitad de los años 80 y los 90, incluían la liberalización (menor control) de los mercados, privatización de las empresas públicas (incluidos bancos) más rentables e importantes, libre convertibilidad y la flexibilización del mercado laboral. Las declaraciones que se atribuyeron al entonces ministro de Industria y Energía, Carlos Solchaga, reflejaban claramente lo que se pretendía: «la mejor política industrial es la que no existe» y «España es uno de los países donde es más fácil hacerse rico fácilmente«. Los pilares de la «cultura del pelotazo» se fraguaron en esos años.
El gobierno de Felipe González quería festejar por todo lo alto sus «éxitos» en 1992, con dos grandes eventos internacionales, los Juegos Olímpicos en Barcelona y la Expo 92 en Sevilla. La crisis política que vivía el PSOE en el año 1995 le hizo buscar datos que corroborraran sus «éxitos» de cara a unas elecciones generales. El Centro Superior de Investigaciones Científicas del gobierno de España llamó a James Petras para que elaborara una investigación general y sustentada sobre el efecto del proceso de modernización política y económica que se había iniciado en el país algunos años antes, para conocer asimismo las tendencias.
El informe de James Petras, titulado «Padres – Hijos. Dos generaciones de trabajadores españoles«, no confirmaba los resultados que esperaba el PSOE de Felipe González, sino más bien al contrario, los más jóvenes estaban ahora orillados a trabajar más y ganar menos, a la incertidumbre del despido, a la casi imposibilidad para ahorrar y a enfrentar por cuenta propia, privada, gastos que antes cubría la seguridad social. Extraemos algunas citas del informe:
- La ironía es que los padres esperaban que, con ingresos añadidos, más educación y un ambiente de familia estable, los hijos conseguirían más, alcanzarían un estatus más alto y empleos mejor pagados. En lugar de eso, los hijos de los trabajadores no pueden lograr siquiera el nivel de seguridad e ingresos de sus padres.
- Los jóvenes trabajadores temporales de hoy no tienen seguridad en el empleo y apenas organizaciones colectivas o apoyo: están atomizados y son vulnerables a los dictados del empresario, que tiene el sostén legal del Estado, el cual apoya sus acciones arbitrarias. Hoy la dictadura del mercado es un enemigo más formidable de los trabajadores temporales que el régimen represivo de Franco.
- La noción de un “mercado de trabajo dual” supone que las condiciones que determinan la dualidad son constantes. Ese no es el caso hoy en España. Hay un proceso inexorable de homogeneización… hacia abajo. El porcentaje de trabajadores fijos disminuye y la proporción de contratos de trabajo temporales crece geométricamente. Con el tiempo, la gran mayoría de los trabajadores serán temporales.
Una vez terminado el informe, pasan los meses y el texto no se publica. Oscar Fontrodona, del equipo de la revista Ajoblanco, contacta con James Petras y este le comunica sus sospechas de que las polémicas conclusiones incomodaran a la sociología oficial española y su estudio acabase en un cajón. Pocos meses después el estudio se incluye en el número de marzo de 1996 de Ajoblanco en formato resumido, bajo el título «Qué ha pasado en España». Tras una muy buena acogida, el equipo editorial decide publicar el informe completo en un especial de verano de ese mismo año.
El informe Petras es sólo un ejemplo de que las políticas neoliberales no auguran un progreso justo, generalizado y sostenible, ni siquiera si atendemos a aspectos puramente económicos.
Referencias