Trabajos de mierda

En 2013, David Graeber escribió en la revista Strike! un artículo titulado «Sobre el fenómeno de los trabajos de mierda» en el que, resumidamente, se mostraba que la automatización había hecho que proliferaran trabajos que no estaban dedicados a la producción de bienes y servicios realmente útiles a la sociedad, sino lo que denominó trabajos de mierda (bullshit jobs): consultores de recursos humanos, coordinadores de comunicación, investigadores de relaciones públicas, estrategas financieros, abogados corporativos y personas que están en comités que debaten sobre la utilidad de los comités.

En 2018, Graeber publicó un libro monográfico sobre este tema , que comenzaba explicando el caso de un trabajador (bajo el pseudónimo de Kurt) que trabaja para una subcontrata de una subcontrata de otra subcontrata que trabaja a su vez para el ejército alemán. Básicamente, hay un soldado alemán que quiere mover su ordenador de una oficina a otra. Tiene que presentar una solicitud a alguien para que llame a alguien para que a su vez llame a alguno, esto va a través de tres empresas diferentes. Finalmente, tiene que conducir 500 kilómetros en un coche alquilado, rellenar los formularios, embalar el ordenador, trasladarlo, alguien más lo desembalará, y él firmará otro formulario y se marchará. Este es el sistema más ineficiente que posiblemente se pudiera imaginar, pero está todo creado por esta interfaz de material entre lo público y lo privado, que supuestamente hace las cosas más eficientes. Y ésta es la paradoja, supuestamente el capitalismo y su organización científica del trabajo debería erradicar este tipo de ineficiencias, pero no lo hace, al contrario, crece constantemente este tipo de trabajos de mierda y el número de personas empleadas en ejecutarlos diariamente.

Un estudio publicado en 2006, sobre el empleo en EEUU entre 1910 y 2000 reflejó que los trabajadores profesionales, administrativos, administrativos de ventas y de servicios (excepto trabajadores de servicios domésticos privados) creció de un 25% a un 75% del empleo total entre 1910 y 2000. En cambio, los operarios industriales (excepto mineros), trabajadores de servicio doméstico privado, y agricultores perdieron la mayor parte de los empleos durante ese mismo período. La automatización y la deslocalización de la producción redujeron gran parte del empleo dedicado a trabajo productivo.

Sin embargo, en lugar de que esa reducción masiva de horas de trabajo supusiera que la población liberada dedicara su tiempo a perseguir sus propios proyectos, visiones, placeres e ideas, se incrementaron los trabajos de mierda, con funciones reales absurdas:

  • «Lacayos»: un “lacayo” existe solo para hacer que algún otro luzca o que se sientan bien consigo mismo. Por ejemplo, un recepcionista en un lugar que realmente no necesita un recepcionista. Algunos lugares obviamente necesitan recepcionistas, que están ocupados todo el tiempo. En otros lugares el teléfono suena quizá una vez al día. Pero aun así tienen a alguien, a veces dos personas, sentados allí pareciendo importantes. Así que no tengo que llamar a nadie por teléfono, tendré a alguien que dirá “hay un bróker muy importante que quiere hablar con usted”.
  • «Fantoches»: estos trabajos suelen ser realmente útiles en muchas ocasiones para las compañías para las que trabajan, pero quienes los desempeñan suelen sentir que toda esa industria no debería existir. Son básicamente gente que está ahí para molestarte, para presionarte de alguna manera. Dentro de lo que sea necesario, solo es necesario porque otras personas los tienen. Tú no necesitas un abogado corporativo si tu competidor no tiene un abogado corporativo. No necesitas un televendedor para nada, pero en la medida que puedas fabricar una excusa para decir que los necesitas, es razón para que los otros tipos tengan uno.
  • “Cinta-adhesiva”: son gente que está ahí para resolver problemas que ya en primer lugar no deberían existir. Graeber pone un caso que vivió en su antigua universidad: parece que tenían solo un carpintero, y era realmente difícil conseguir uno. Hubo un momento en que la estantería se desplomó en su despacho en la Universidad, donde Graeber trabajaba en Inglaterra. El carpintero se supone que vendría porque había un gran agujero en la pared, se podía ver el daño. Pero no parecía que el carpintero se fuera a asomar por allí, porque siempre tenía algo más que hacer. Finalmente, entendió que habría un tipo sentado allí todo el día, lamentándose por el hecho de que el carpintero nunca venía. El carpintero hace muy bien su trabajo, cuenta Graeber, es muy agradable aunque siempre parecía un poco triste y melancólico, y era muy difícil enojarse con él, que es, por supuesto de lo que va realmente su trabajo. Ser un frena críticas, efectivamente, porque si despidieran a ese hombre y contrataran a otro carpintero, en realidad no le necesitarían.
  • “Cumplimenta-casillas”: están ahí para permitir a una organización (tanto la empresa como la administración pública) que diga que está haciendo algo que realmente no está haciendo y se dedican a crear comités. Hay cientos de miles de personas alrededor del mundo que trabajan en conformidad con bancos, y eso de los comités es una fantasmada. Nadie tiene la intención de seguir alguna de estas leyes que se les imponen. Su trabajo es simplemente aprobar cada transacción, pero por supuesto no es suficiente aprobar cada transacción porque parece sospechoso. Entonces, tienes que inventar razones para decir que hay algunas cosas que investigaste. Hay rituales muy elaborados de pretender investigar un problema, que en realidad no estás investigando para nada.
  • “Manda-tareas”: son la gente que está ahí para dar a la gente trabajo que no es necesario, o para supervisar a la gente que no necesita supervisión. Los mandos intermedios, naturalmente, son un ejemplo clásico para esta categoría. Los mandos intermedios suelen ser operarios que fueron ascendidos para que supervise a la gente y les haga trabajar, pero realmente saben que los trabajadores no necesitan a nadie para supervisarlos o hacerles trabajar. Entonces, estos mandos intermedios tienen que aparecer con cualquier excusa para existir de algún modo, por ejemplo, presentar estadísticas de objetivos, de modo que puedan probar que los trabajadores están haciendo realmente algo que los mandos intermedios ya saben que están haciendo, de manera que el mando intermedio pueda sugerir que fué él quien hizo trabajar a los trabajadores a su mando. Esto genera una gran burocracia, porque los operarios se dedican a rellenar formularios, contestar correos o reuniones inútiles, en vez de dedicar ese tiempo a trabajo realmente productivo.

El panorama productivo, sobre todo en grandes empresas, no es el que se imagina de la hiper-eficiencia global de la empresa, o al menos no en todos los puestos de trabajo. Por un lado, el director ejecutivo recibe elogios por la cantidad de personal que despide, que reduce, y a la que mete prisa, siguiendo el modelo fordista. La plantilla que está siendo despedida y acelerada son los trabajadores, los productivos, los tipos que realmente están haciendo las cosas, moviéndolas, manteniéndolas, haciendo el trabajo real. Sin embargo, ese mismo director ejecutivo no le hace lo mismo a los tipos en las oficinas. Dentro de la corporación, está todo este proceso de construcción de imperios, por el cual diferentes gerentes compiten entre sí, principalmente sobre la cantidad de personas que trabajan para ellos. No tienen incentivos, en absoluto, por librarse de personal. Tienes a esos tipos, equipos de gente, cuyo trabajo al completo es escribir los informes que ejecutivos importantes presentarán en las grandes reuniones. Grandes reuniones que son una especie de encuentros equivalentes a las justas feudales, o como altos rituales del mundo corporativo: entras ahí, y tienes todo este equipo, has logrado toda esta historia, tus puntos de poder y tus informes y etcétera. Así, hay equipos completos que están allí solo para decir: “yo hago las ilustraciones para el informe sobre estos tipos,” y “yo hago las gráficas,” y “yo hice y puse al día la base de datos”. Ni siquiera nadie lee estos informes, solo están ahí para lucirse. Es el equivalente a un señor feudal con un tipo cuyo trabajo es simplemente arreglarle el bigote, y otro tipo que está puliendo sus estribos, etc., sólo para demostrar que puede hacer todo eso.

La clase dominante se ha dado cuenta de que una población feliz y productiva con tiempo libre en sus manos es un peligro mortal (recordemos lo que comenzó a ocurrir cuando eso se empezó a producir en los años 60). Y, por otro lado, el sentimiento de que el trabajo es un valor moral en sí mismo, y que cualquiera que no esté dispuesto a someterse a algún tipo de disciplina laboral intensa durante la mayor parte de sus horas de vigilia no merece nada, les resulta extraordinariamente conveniente. Así, ante la elección entre menos horas de trabajo y más juguetes y placeres, hemos elegido colectivamente lo último.

Una de las cosas importantes del estudio de Graeber es lo deprimida que está la gente con los trabajos de mierda. En teoría, estás consiguiendo algo por nada, estás sentado ahí y te están pagando por hacer casi nada, en muchos casos. Pero esto solo desmoraliza a la gente. Hay depresión, ansiedad, todas esas enfermedades psicosomáticas, espacios de trabajo terribles y comportamiento tóxico, que incluso empeoran por el hecho de que la gente no puede comprender qué motivos tienen para estar tan disgustados. Y a lo anterior se une la incomprensión social se encima esas personas con trabajos de mierda se quejan, porque si se lamentan con alguien, simplemente le dirán, “Oye, estás consiguiendo algo por nada y ¿estás lloriqueando?” Esto demuestra que la idea básica de la naturaleza humana, que se inculca por ejemplo a todos por los economistas, de que todos estamos intentado conseguir la mayor recompensa con el mínimo esfuerzo (Homo economicus), no es cierta. La gente quiere contribuir al mundo de algún modo.

Referencias