Estado Libre del Congo

En 1870, el rey Leopoldo II de Bélgica, en contra de las posiciones anticolonalistas de los belgas, y a propuesta del explorador Henry Morton Stanley (mundialmente conocido por encontrar al Dr. David Livingstone), financió la «civilización» de África Central. La misión de Stanley era firmar acuerdos con los jefes tribales, que en un principio eran sólo acuerdos comerciales, pero posteriormente incluyeron una cláusula de cesión de soberanía y comenzó a denominarlo Estado Libre del Congo.

EEUU fue el primer país en reconocer los derechos del rey Leopoldo II sobre el Congo, el 22 de abril de 1884. Posteriormente, el rey Leopoldo II estableció un derecho de adquisición preferente hacia Francia, obteniendo el reconocimiento de ésta. En la Conferencia de Berlín, entre 1884 y 1885, el rey Leopoldo II obtuvo el reconocimiento internacional de su soberanía sobre el Estado Libre del Congo. Así, el rey Leopoldo II se convirtió en el único propietario y rey absolutista de un territorio que tenía 80 veces la extensión de Bélgica, con el beneplácito del Parlamento belga.

El saqueo del marfil (caza de elefantes) y del caucho del Congo era la misión de la administración del terror que instaló el rey Leopoldo II. Desde principios de la década de 1880, ante la falta de población belga en disposición de trasladarse y la oposición de los partidos constitucionalistas, el rey Leopoldo II había contratado a mercenarios europeos para servir a sus intereses en el Congo. En 1888 quedaron organizados en un ejército privado denominado Force Publique («Fuerza Pública»), que llegó a convertirse en la fuerza militar más importante de África Central. A finales de siglo constaba de unos 19.000 hombres, con oficiales europeos, pero los soldados eran africanos reclutados forzosamente y esclavos comprados.

La Fuerza Pública administró de forma salvaje e inhumana el Estado Libre del Congo para mantener la rentabilidad económica del territorio: como castigo por no haber cumplido las expectativas en la recolección del caucho eran frecuentes los asesinatos masivos, y la prueba de los mismos era la amputación de un brazo, la cabeza o los genitales de las víctimas; se aplicaban castigos físicos a la población nativa mediante un tipo de látigo llamado chicotte que descarnaba al reo; y se tomaban rehenes, que a menudo morían de inanición, para conseguir el pago de las cuotas de caucho que se imponían a la población nativa.

Las críticas y la oposición a los crímenes cometidos en el Congo fueron en aumento, a pesar de sus sobornos a varios periódicos belgas para que defendieran al rey Leopoldo II. La jugada final del rey Leopoldo II fue vender, en 1908, el Congo a Bélgica por unos 200 millones de francos. En ese periodo se estima que murieron entre 5 y 10 millones de nativos congoleños, reduciendo a la mitad su población inicial .

El rey Leopoldo II murió el año siguiente (1909), pero apenas se suavizaron los trabajos forzados bajo la administración belga, interesada ahora en los minerales (cobre, oro y estaño), que proporcionó a EEUU el uranio con el que se fabricó la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima en 1945.

Uno de esos soldados que sirvió en la Fuerza Pública durante siete años, y llegó a sargento, fue Mobutu Sese Seko que, en un golpe de Estado orquestado por la CIA y agentes del gobierno belga, en 1965 acabó nombrándose presidente del país durante 5 años, en el que se perpetuó hasta 1997 asesinando a sus opositores con la asistencia militar y financiera estadounidense. Durante ese tiempo amasó una fortuna privada de 4.000 millones de dólares que tenía en bancos suizos, mientras la República Democrática del Congo quedó con una deuda pública de 13.000 millones de dólares .

La guerra y los golpes de Estado se han ido sucediendo hasta el fin de la Segunda Guerra del Congo, debido a los importantísimos recursos naturales del Congo: uranio, cobre, oro, coltán, petróleo y diamantes. Unos 120 grupos armados son los que controlan esas producciones y comercian con ellas, financiando la perpetuación de la guerra y los crímenes (niños soldado, explotación laboral, violaciones de mujeres, etc.) .

El Congo se puede decir que ha sido el mayor campo de batalla de África, que algunos denominan la Guerra Mundial Africana.

Referencias