Fundamentos y causas
- Las obras clásicas de los pensadores políticos, cuando abordaban las formas de gobierno las clasificaban en monárquico y republicano, que a su vez se subdividía en aristocrático y democrático. En estas formas de gobierno, los partidos políticos no aparecían como un elemento esencial, hasta el siglo XVIII (aunque en el siglo XVII ya comienza a hablarse de Tories y Whigs en el Parlamento británico). Las Revoluciones francesa y americana hicieron que algunos filósofos y políticos distinguieran más nítidamente entre «partidos» legítimos y las violentas y egoístas «facciones». Sin embargo, la relación entre ciudadanos y el Estado requería de la representación partidista para que fuera operativo, pues el inculto populacho no podía canalizar sus deseos racionalmente, con lo que también hay un gran despotismo ilustrado (apoyo a la figura real) en el fundamento filosófico de los partidos políticos.
- La democracia se ha identificado y reducido a la votación libre durante unas elecciones. Tras las elecciones, la ciudadanía no tiene ningún medio para expulsar a los partidos que no hayan cumplido sus compromisos electorales.
- Los partidos políticos son el eje de los sistemas democráticos actuales, ya que los disputados siguen la disciplina de voto del partido, y se han convertido en enormes empresas políticas que frecuentemente acaban sirviendo a sus propios intereses o a los de los grupos que les financian.
- La profesionalización de la política y los políticos «de carrera» hace que sea menos importante la ideología y la representación del pueblo, que la pericia y habilidad para aprovechar estratagemas electorales y la manipulación mediática.
- Los sistemas electorales (mediante el incremento de circunscripciones, las listas cerradas, los umbrales mínimos, sistemas de doble vuelta, etc.), con el argumento de facilitar la gobernabilidad y excluir a las «minorías extremistas», concentran la representación que se le asigna a cada voto y circunscripción para premiar a los partidos mayoritarios. El número de partidos políticos que realmente tienen opciones de gobernar suelen ser dos (bipartidismo), con el apoyo variable de algunos de los partidos más pequeños.
- El bipartidismo de facto de la mayoría de democracias sólo beneficia al mantenimiento de los privilegios de las aristocracias frente al absolutismo de los monarcas, sobre todo cuando gobiernan partidos conservadores, y en la equiparación de derechos para la burguesía, sobre todo cuando gobiernan partidos liberales. Supuestamente los partidos socialistas o socialdemocrátas son quienes deberían representar a la clase trabajadora.
- El gobierno por turnos que genera el bipartidismo alimenta, no sólo turnarse en los roles de gobierno y oposición, sino también las «puertas giratorias»: cuando no se gobierna, muchos políticos profesionales están o pasan al sector privado (para aprovechar los contactos e información privilegiada obtenida durante el periodo en el sector público), el cual luego abandonan temporalmente para gobernar cuando les toca de nuevo (normalmente, teniendo en cuenta los intereses de esas empresas que han estado pagando los enormes sueldos de tales consejeros o directivos).
Impactos negativos
- La relación dialéctica entre la ciudadanía y el Estado en la que los partidos deberían ser meros intermediarios, se convierte en una relación trilateral: ciudadanos-partidos-Estado.
- Las democracias representativas en realidad se convierten en sistema partitocráticos en el que las oligarquías partidistas asumen la soberanía efectiva, y no el pueblo, ya que el único medio real de influir en el Estado es por medio de los partidos políticos.
- La desafección social se traduce en desinterés hacia la política, las percepciones de ineficacia personal ante la política y los políticos, el cinismo hacia ambos y los sentimientos combinados de impotencia, indiferencia y aburrimiento hacia la política.
- A diferencia del descontento, que supone la insatisfacción por los rendimientos negativos del régimen o de sus dirigentes ante su incapacidad para resolver problemas básicos. La desafección social afecta a la legitimidad democrática y, además, no es algo coyuntural.
- El reducido interés por los asuntos públicos y políticos, aumenta al caldo de cultivo de la desinformación y manipulación mediática, hace que no se utilicen los mecanismos de participación y control democráticos (aumento del abstencionismo electoral), y, sobre todo, la ciudadanía deja de exigir responsabilidades políticas por los engaños, fraudes y corrupciones. Si no hay castigo electoral, ni se premia a quienes lo hacen bien, entonces la política se convierte cada vez más en algo superficial, estético, frívolo y mediático; un circo político, pero no una democracia.
- Al aumentar la brecha entre los ciudadanos y los políticos, la ciudadanía ha concedido a estos últimos una enorme capacidad de maniobra para actuar al margen (y casi siempre en contra) de los ciudadanos.
- La desafección social con el sistema socio-político también provoca que se pierda cualquier esperanza de solución real y profunda de las injusticias, desigualdades y problemas globales que afronta la humanidad. Esto perjudica considerablemente al nacimiento y éxito de colectivos o movimientos reivindicativos e incluso revolucionarios de tipo socio-político en la ciudadanía.
Casos y ejemplos
Debilitamiento del sindicalismo y del movimiento obrero
Manifestaciones contra la guerra de Irak (2003)
Gatopardismo socialista – Alemania
Gatopardismo socialista – España