El final de la Segunda Guerra Mundial hizo que EEUU, como superpotencia capitalista, tuviera que afrontar un dilema: cómo afrontar la expansión del comunismo y cómo hacerlo en sistemas democráticos y en regímenes dictatoriales a lo largo del mundo, como sucedía con la anomalía franquista en España.
En marzo de 1947, el presidente Truman se dirigió al Congreso de los EEUU y fijó la Doctrina Truman o política de contención del comunismo a nivel mundial: la victoria del comunismo en un país se contagiaría rápidamente a otro, con lo que se debía apoyar (financiera e incluso militarmente) a los anticomunistas locales. Esta doctrina no sólo motivó numerosas intervenciones militares estadounidenses (desde Corea o Vietnam, hasta Oriente Medio, África y Latinoamérica), sino también la ayuda económica multimillonaria proporcionada a Grecia o Turquía (1947), el propio Plan Marshall de reconstrucción europea (1948). Una de esas líneas de acción anticomunista venía encubierta en la promoción de la «democracia, la libertad y los derechos humanos», proporcionando ingentes cantidades de dinero tanto a ONG, como a think tanks y a partidos políticos, todos ellos anticomunistas .
En los primeros años, desde 1950, esta labor la realizaba directamente la CIA, a través de una organización tapadera, que se constituyó en Berlín en junio de 1950, patrocinada los socialdemócratas Ernst Reuter (alcalde de Berlín) y Willy Brandt, con Arthur Koestler como figura estelar, denominada Congress for Cultural Freedom (Congreso para la Libertad de la Cultura, CLC), que llegó a estar activa en 35 países . La misión era librar una Guerra Fría ideológica en el ámbito cultural y político, cuyo principal objetivo era reforzar la sociedad civil y movilizar la izquierda no comunista contra la desestabilización estalinista y comunista .
Obviamente, iba a ser casi imposible conseguir que un comunista (actual o en potencia) se convierta al liberalismo capitalista. Por ello, la estrategia consistía en alimentar los partidos socialdemócratas, incluirlos en el establishment, y reducir el caladero comunista incrementando las filas socialdemócratas.
El franquismo, a pesar de su alianza con las Potencias del Eje y la brutal represión ejercida contra la población civil (perfectamente conocida por las autoridades estadounidenses), se convirtió en un aliado útil para contener el comunismo y la influencia soviética en España. Se produjo una progresiva «rehabilitación internacional» de la dictadura franquista:
- Primer crédito de un banco estadounidense (1949).
- Apoyo de Franco en la Guerra de Corea (1950).
- Revocación de la condena al régimen franquista que hizo en 1946 la Asamblea General de la ONU (1950).
- Regreso de embajadores occidentales a Madrid.
- Entrada de España en diferentes organismos internacionales de la ONU
- En 1953 se firmaron tres acuerdos de cooperación militar entre Franco y EEUU: compraventa de armamento pesado (tanques, artillería, aviones de combate) y establecimiento de bases militares estadounidenses en territorio español (tres bases aéreas y una naval, además de escuadrones de vigilancia aérea).
- En 1959 se aprueba el Plan de Estabilización, con la supervisión del FMI y la OCDE, que supuso el despegue de la economía española y el asentamiento de unos sólidos pilares neoliberales alejados de la autarquía, a través de un gobierno de tecnócratas del Opus Dei.
El problema era que en los años 60, a pesar del milagro económico, ya se veía claramente que la salud de Franco empeoraba, se aproximaba el fin del franquismo y estaba el problema de la sucesión, dejando «todo atado y bien atado» en 1969. La cuestión para los EEUU, por supuesto, no era tanto que se transitara a un sistema democrático, monárquico o republicano, sino que la sociedad se inclinara por los partidos comunistas, que estaban aliados con la URSS.
Lo cierto es que, a pesar de la antigüedad e ideología marxista del PSOE, la oposición anti-franquista la estaba liderando claramente el Partido Comunista de España (PCE) con una gran penetración entre la disidencia política, y eso no interesaba ni a las élites franquistas ni a EEUU, ni al resto de países europeos. El amigo americano de Franco claramente marcó la estrategia a seguir por ambos: resurgir el PSOE, para ahogar al PCE.
Sin embargo, la izquierda española, además de antifranquista era antiestadounidense, con lo que las acciones de influencia sobre el PSOE para que asumiera posturas políticas más moderadas y pragmáticas, alejadas del marxismo, debía hacerse discreta y encubiertamente. En 1960 se constituyó el Comité Español del CLC, que atrajo a numerosos intelectuales liberales y socialdemócratas. Además de conferencias, seminarios y publicaciones, el CLC promovió becas y bolsas de viaje para el intercambio de intelectuales opositores. Una de las publicaciones más relevantes era los Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, escrita en París por un equipo esencialmente español de exiliados, dirigida por el ex-comunista Julián Gorkin (1953-1963); se trataba, en principio, de una revista europea destinada a América Latina, curiosamente cuando estaba repleta de dictaduras anticomunistas. En 1955, Gorkin escribió en un informe: «Podemos hacer frente al expansionismo comunista, desbaratar las maniobras de penetración, neutralizar su influencia sobre los intelectuales, agrupar en torno a nosotros a todas las tendencias democráticas. Si los comunistas parecían tener una influencia sobre los intelectuales era debido sobre todo al hecho de que frente a sus organizaciones y sus actividades no existía anteriormente ninguna organización democrática capaz de hacerles frente con decisión e inteligencia» . El objetivo, por tanto, era conjurar el peligro de un neutralismo complaciente y apartar a los elementos más moderados de la influencia comunista.
En 1959, se crea el Comité Español del CLC y, además, Salvador Madariaga y Julián Gorkin dirigen desde París el Centro de Documentación y de Estudios, una acción del CLC específica para España, y cuyo Boletín Informativo, una publicación más de combate y no tan cultural como Cuadernos, esta caracterizada por las directrices de acción política clandestina de la CIA en ese momento: se intenta potenciar a la inexistente ASO (Alianza Sindical Obrera) y a la oposición monárquica y socialdemócrata .
El CLC, a través de Salvador Madariaga, también estuvo detrás del llamado «Contubernio de Munich» de 1962, en el que participaron las fuerzas opositoras al régimen franquista, salvo el PCE que no fue invitado, y en el que se comenzó a plantear que la mejor forma de contener el comunismo soviético es una Europa unida en la Comunidad Económica Europea (CEE), y donde el PSOE, con Rodolfo Llopis, puso por delante la consecución pacífica de un sistema democrático sobre la República.
En 1964, Gorkin consiguió fondos del CLC para fundar Mañana. Tribuna Democrática Española pero sólo sobrevivió hasta 1966, cuando The New York Times destapó las conexiones entre la CIA y el CLC. Ese mismo año, y con el impacto que supuso el escándalo en el PSOE, que había apoyado una transición democrática en Munich, Mañana publicó un número alrededor de la monarquía, defendiendo claramente que el pueblo no iba a ser consultado sobre la decisión de transitar hacia una monarquía o una república.
El relevo, una vez desaparecido el CLC, la tomará el SPD y su fundación (la Fundación Friedrich Ebert), también financiada por la CIA en el «Programa Democracia», y cuyo líder, Willy Brandt, ya patrocinó en 1950 la creación del CLC. El enlace de la socialdemocracia alemana en España sería Josefina Arrillaga que, en 1966 fue a Múnich becada por la Fundación Friedrich Ebert, donde se doctoró en Derecho a la vez que trabaja en un banco alemán. Regresó a Madrid en 1973 trabajando en el Banco Urquijo hasta 1979. Después lo hizo en un banco alemán (1979–1982) y desde este año hasta su jubilación en el Banco Exterior de España. Arillaga, representante oficiosa en Madrid de Rodolfo Llopis durante varios años, hasta 1973, mantiene estrecho contacto con José Federico de Carvajal, un personaje muy bien relacionado con los norteamericanos, que llegará a presidente del Senado con el PSOE.
El SPD y sindicalistas afines, financiarían a los escisionistas del PSOE interior y en contra del entonces presidente del PSOE del exilio, Rodolfo Llopis. Además, orquestarían el respaldo de la Internacional Socialista al Congreso de 1972 convocado por el PSOE interior, sin el apoyo de Rodolfo Llopis.
En 1974, en el Congreso de Suresnes, se produjo la “escenificación” de una ruptura entre el PSOE histórico y el PSOE interior, tomando el liderazgo la agrupación andaluza encabezada por Felipe González y Alfonso Guerra, respaldada por la presencia –entre otros- de Willy Brandt, ex canciller alemán y líder socialdemócrata de su país (que fue visitado previamente por un alarmado Henry Kissinger, debido a la Revolución de los Claveles en Portugal, y que insistió que apoyara decididamente al PSOE), François Mitterrand, líder socialista francés y Bruno Pittermann, presidente en ese momento de la Internacional Socialista.
La misión del nuevo PSOE era quitarle base social y política al PCE, en un momento en el que el PCE había montado en París la Junta Democrática de España, una coalición de fuerzas políticas, sindicales y sociales que se oponían a la dictadura. A la cabeza estaba Santiago Carrillo, a quien muchos en el extranjero veían como el futuro dirigente del país. En 1974, el «PSOE renovado» aún mantendría un discurso oficial socialista y marxista, en el que se anunciaba la desaparición del capitalismo, como intentando ser más de izquierdas que el PCE. El PSOE de 1974 no iba a aceptar, según sus propias resoluciones escritas, el nombramiento del rey Juan Carlos I como sucesor de Franco, al menos si no había una consulta al pueblo sobre la forma de gobierno; solo cabía la «ruptura democrática». Esta postura se mantuvo hasta el mismo comunicado emitido tras el fallecimiento de Franco.
Sin embargo, el 30 de abril de 1976 Felipe González se reune en secreto con Manuel Fraga, ministro de la Gobernación, para proponerle al socialista una apertura gradual y limitada, hasta que se llegara a un bipartidismo hegemónico, con exclusión previa de los comunistas. En la destitución del presidente Arias Navarro por el rey Juan Carlos I, Felipe González comienza a admitir un «Gobierno homogéneo de la monarquía, que eliminara a las fuerzas representativas del bunker». En el verano de 1976, el presidente Adolfo Suárez, recién nombrado por el heredero de Franco, se reune con Felipe González, para explicarle sus planes de transición a la democracia, lo cual supuso que en el referendum de diciembre de 1976 sobre la Ley de Reforma Política, aprobada por las Cortes franquistas, el PSOE pidiera la abstención en lugar del voto en contra. A cambio, el XXVII Congreso del PSOE se pudo realizar en Madrid (el primero tras la dictadura de Franco), a pesar de que había sido prohibido inicialmente al ser un partido aún ilegal. Además, en febrero de 1977 se produjo su legalización por el gobierno de Adolfo Suárez. Así, de una «ruptura democrática» se pasó a una «ruptura negociada», ignorando las resoluciones de los congresos del PSOE, y no será la única renuncia a sus ideas y valores que tendrá que hacer el PSOE.
En 1977 el PSOE y el PCE fueron legalizados, a cambio de que aceptaran la monarquía, y que Carrillo desmovilizara al PCE en la transición tras los Pactos de la Moncloa de 1977 auspiciados por Adolfo Suárez. Tanto Carrillo como Suárez reconocían el ascenso del PSOE, por lo que la legalización del PCE, del PSOE histórico y de la candidatura del PSP/Unidad Socialista era una forma de neutralizarlo mediante la división de la izquierda y la imagen centrista de Suárez, que incluía la marca socialdemócrata. El 2 de marzo, en una reunión celebrada en Madrid con la asistencia de Marchais y Berlinguer, Carrillo presenta de forma oficial el movimiento eurocomunista (que se caracteriza por su rechazo al modelo desarrollado en la Unión Soviética, una mayor proximidad hacia la clase media social surgida del capitalismo y la aceptación del modelo parlamentario pluripartidista), y poco después es legalizado el PCE. En noviembre de 1977, Carrillo es invitado a EEUU por varias universidades, para proyectar una imagen renovada del partido, para alejarse de la imagen de un partido de la Guerra Civil y frentista, para lo cual anunción el abandono del leninismo, se reafirmó en el eurocomunismo, y afirmó que aceptaría las bases de la OTAN en España mientras la URSS no retire las suyas de los países de Europa del Este.
Tras los resultados de junio de 1977, aunque Felipe González y Suárez negociaban los siguientes pasos de la transición, Suárez comenzó a tener también contactos con Carrillo para intentar consolidar a UCD debilitando al PSOE por la izquierda. El contra-ataque del PSOE era hacer contactos con sectores del empresariado y poderes fácticos.
La siguiente renuncia del PSOE, en contra de sus propios postulados socio-económicos, fueron los Pactos de la Moncloa de 1977, como el reconocimiento del despido libre y la limitación del incremento de los salarios, así como la reforma del sistema fiscal y financiero y de la Seguridad Social, y mayores grados de competencia en muchos sectores, e impulsaron medidas para reducir el déficit de la balanza de pagos, todo ello a fin de contener la inflación. La única organización sindical que no firmó los Pactos de la Moncloa fue la CNT, pues ese pacto era para asegurar la paz social en tiempos de crisis económica (paro del 25% e inflación del 26%) y gran conflictividad laboral, sentar las bases para el pacto de la Constitución de 1978, y, además de implantar una democracia, que también se instaure un régimen económico neoliberal homologable con el resto de países europeos.
El fiasco de las elecciones generales de 1979, atribuidas al miedo de la gente a que se produjera un cambio real, para el PSOE supusieron que en la celebración del XXVIII Congreso, Felipe González impusiera que desaparezca el término «marxismo» de los estatutos del partido, a fin de quitarle votos a la UCD, contra quien (ahora sí) inició una campaña de desgaste feroz, que retroalimentó el desmoronamiento de la coalición centrista, que supuso la dimisión de Suárez en enero de 1981 y, cuando el 23 de febrero se iba a nombrar como presidente a Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD), se produjo el intento de golpe de Estado protagonizado por el Teniente Coronel Tejero, el General Milans del Bosch y el General Armada, parece ser que organizado por el propio rey Juan Carlos I, pero que finalmente retiró su apoyo en su intervención televisiva . En 1988, el presidente Felipe González indultó a uno de los cabecillas del intento de golpe de Estado del 23F, el general Alfonso Armada, que fue instructor militar del rey Juan Carlos.
En octubre de 1982, Felipe González consigue su objetivo y gana las elecciones por mayoría absoluta, a cambio de desideologizar al PSOE por tacticismo, pragmatismo y realismo: ya no se hablaba de autogestión, ni de marxismo, ni de socialismo, y la socialdemocracia se ha adelgazado hasta convertirse en un «estilo ético» .
En el camino, también se perdió el antimilitarismo que reflejaba el programa aprobado en el XXVII Congreso del PSOE (1976), que propugna «la liquidación de todas las bases extranjeras en nuestro suelo», y añade que «no cabe aceptar ningún tratado de alianza o relación militar que no cuente con la aprobación expresa del pueblo español». El programa preconiza, igualmente, la «independencia frente a los bloques militares» y la adopción progresiva de «una política de neutralidad activa». Esto lleva a que el PSOE realice en 1981 la campaña «OTAN, de entrada no».
No obstante, el gobierno de UCD firmó la adhesión en diciembre de 1981, a pesar de que sólo el 18% de la población aprobaba la entrada en la OTAN. En las elecciones de 1982, UCD sufrió un descalabro electoral, ganando el PSOE la mayoría absoluta. En el prometido referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN de 1984, el PSOE cambió radicalmente su postura (ahora la campaña era «Así sí»), pasando, en menos de cinco años, de abogar por el abandono de la Alianza a defenderla fervientemente. Si en 1981 González alegaba que la OTAN legitimaba las dictaduras portuguesa, griega y turca, en 1984 afirmaba que la OTAN reunía países democráticos. Llegó incluso a amenazar con abandonar el Gobierno: «El que quiera votar que no, que piense antes qué fuerza política gestionará ese voto» .
La lucha antiterrorista contra ETA sería otra gran mancha en un partido de origen socialista como el PSOE, a raíz del caso GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación): grupos de mercenarios y de agentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, servicios de inteligencia y fuerzas armadas, organizados por el Estado para asesinar a supuestos terroristas y a personas de su entorno. Este tipo de grupos provenían de la época de la dictadura franquista, pero que tanto la UCD como el PSOE con Felipe González continuaron dirigiendo efectivamente. Los GAL cometieron más de treinta acciones terroristas, matando e hiriendo a cerca de sesenta personas. Entre sus métodos habituales estaban la colocación de bombas en los coches, tiros en la nuca y ametrallamiento en los bares donde supuestamente se encontraban los etarras. Varias de sus víctimas no tenían ninguna relación aparente con ETA. En algunos de esos casos, los GAL reconocieron haber equivocado su objetivo o pidieron disculpas. Hubo diversos casos judiciales, que acabaron con la condena de diversos mandos y cargos políticos de la seguridad del Estado:
- José Amedo, Subcomisario del Cuerpo Nacional de Policía, destinado en la Brigada Regional de Información de Bilbao.
- Michel Domínguez, Inspector del Cuerpo Nacional de Policía, destinado en el Gabinete Regional de Identificación de Bilbao.
- Francisco Álvarez, Jefe Superior de Policía de Bilbao, Delegado de la Lucha Antiterrorista para el País Vasco y Navarra, y, en 1984, Jefe del Gabinete de Información y Operaciones Especiales del Ministerio del Interior.
- Miguel Planchuelo, Comisario del Cuerpo Nacional de Policía, Jefe de la Brigada Regional de Información de la Lucha Antiterrorista, y, en 1984, Jefe Superior de Policía de Bilbao.
- Julio Hierro, desde 1984 Jefe de la Brigada Regional de Información de la Lucha Antiterrorista de Bilbao.
- Francisco Saiz Oceja, Inspector de la Brigada Regional de Información de la Lucha Antiterrorista en Bilbao.
- Julián Sancristóbal, Gobernador Civil de Vizcaya.
- José Barrionuevo, Ministro del Interior.
- Rafael Vera, número dos del ministerio de Interior y responsable de la lucha antiterrorista durante nueve años con los ministros José Barrionuevo y José Luis Corcuera.
- Ricardo García Damborenea, Secretario General del Partido Socialista de Euskadi en la provincia de Vizcaya, y miembro del Comité Ejecutivo Federal del PSOE.
Felipe González, implicado en los crímenes del terrorismo de Estado por algunos de los condenados en el GAL, tuvo que anunciar que no volvería presentarse a las elecciones. Sin embargo, cuando en 1996 fue nombrado presidente José María Aznar, Felipe González exigió, a través del rey Juan Carlos, el indulto para Barrionuevo y Vera, y que el ministro de Defensa fuera Eduardo Serra, para que no se desclasificaran todos los papeles del CESID, que podían implicarle. Ambas peticiones fueron cumplidas por José María Aznar.
La crítica europeísta también cambió mucho en Felipe González. En el XII Congreso en el exilio de 1972 afirmó que la Europa unida era (y es) una Europa al servicio de los «intereses capitalistas internacionales» y el PSOE sólo estará «con formulaciones netamente socialistas». En el discurso de investidura de 1982 Felipe González expone el plan de integración en la CEE .
En el plano económico el discurso socialista desapareció y fue sustituido por la «economía social de mercado» (concepto también introducido en la Constitución del 78) que habían implantado los democristianos del «milagro económico» en la RFA, encabezados por Ludwig Erhard, y que, posteriormente, daría lugar al mayor proceso privatizador de empresas públicas y de «reconversión industrial» de la historia española .