La UE es una organización internacional peculiar, ya que uno de sus órganos, el Parlamento Europeo, es elegido mediante un proceso electoral en el que participa directamente la ciudadanía europea. El complejo entramado institucional, tecnocrático y legislativo de la UE ha provocado que la participación de la ciudadanía europea vaya bajando progresivamente: 45,47% (2004), 42,97% (2009), 42,61% (2014) y 50,66% (2019).
Obviamente, cuando la entonces CEE la componían sólo nueve países, los promedios de participación eran superiores (en 1979 fue de un 66%), si bien Reino Unido siempre se ha caracterizado por una bajísima participación, alrededor del 34%. En España, por ejemplo, en los primeros procesos electorales europeos se llegaba a alcanzar un promedio de participación del 61%, pero en 2004, 2009 y 2014, no se superaba el 45% de participación (en 2019 se consiguió que la participación llegara al 60% porque coincidió con las municipales y con las autonómicas de 12 de las 17 comunidades autónomas).
La incorporación a la UE de los países del Este de Europa ha motivado esta tendencia a la baja de la participación en las elecciones europeas, ya que en muchos de estos países los datos de participación son de los más bajos (por ejemplo, en Eslovaquia cuesta que lleguen al 20% de participación). Por otro lado, el voto euroescéptico crece también: del 10% al 18% entre 2000 y 2018, que llega al 26% en 2018 si incluimos a los partidos opuestos de algún modo a la integración europea .