La llamada «lucha contra el terrorismo» ha justificado todo tipo de respuestas militares, políticas, económicas, y, por supuesto, también legales, no sólo en EEUU, sino también en otros países que han sufrido alguna o varias formas de terrorismo, como ha sido España.
En el arsenal legislativo de la lucha contra el terrorismo en España, cuando el incremento de penas, las excepciones a ciertos derechos procesales, y la pérdida de beneficios penitenciarios no fue suficiente, se empezaron a crear unos delitos de terrorismo específicos para quienes no asesinaban, pero colaboraban, apoyaban, o hacían apología del terrorismo.
La ampliación de las conductas castigadas como terrorismo llegó a la creación del delito de enaltecimiento del terrorismo, que era incluso más difuso que el de apología (no exigía lo incitación directa o indirecta a cometer actos de terrorismo), amparándose en que se trata de una justificada prohibición de los discursos del odio. Este delito de enaltecimiento del terrorismo ha sido criticado por muchos penalistas españoles, al considerarlo contrario al derecho fundamental de libertad de expresión y opinión.
Lo cierto es que, tras las manifestaciones populares del 15-M en 2011, esta maquinaria penal contraterrorista se aplicó también a otras expresiones y manifestaciones disidentes y anti-sistema, pero no violentas. En febrero de 2016, en el marco de los carnavales de Madrid, unos titiriteros representaban una obra satírica de marionetas, en la que una de las marionetas sacaba una pancarta que ponía «Gora Alka-Eta». La denuncia de los hechos condujo a que los dos titiriteros fueran imputados por el juez de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno, por un delito de enaltecimiento del terrorismo e incluidos en el régimen FIES (Ficheros Internos de Especial Seguimiento), pasando cinco días en prisión, aunque el mismo juez acabó por archivar la causa por el delito de enaltecimiento del terrorismo.
Otro caso fue el del líder del grupo musical Def con Dos, conocido como César Strawberry, que fue condenado a un año de prisión por un delito de enaltecimiento del terrorismo o humillación de las víctimas tras publicar en Twitter varios mensajes polémicos sobre ciertas víctimas de terrorismo. No obstante, el Tribunal Constitucional amparó al condenado y anuló la condena, al considerar que se había vulnerado su derecho a la libertad de expresión. En otros casos, sí que se ha acabado confirmando la condena a los autores, como el caso del rapero Valtónyc por algunas de las expresiones utilizadas en sus canciones .
De hecho, tras el fin de la organización terrorista ETA, la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo dictan cuatro veces más sentencias que cuando ETA estaba operativa, y se debe a que se ha extendido la aplicación del delito de enaltecimiento del terrorismo .
No deja de ser paradójico, si no cínico, que a la vez que se dicta y justifica una legislación penal draconiana contra el llamado «discurso del odio» para ciertos atentados terroristas cometidos contra o en Estados occidentales, a la vez nos escandalicemos cuando gobiernos y organizaciones islámicas se indignan cuando se permiten sátiras de sus profetas o creencias religiosas, que incluso provocan atentados como el ocurrido el 7 de enero de 2015 en la sede de la revista satírica Charlie Hebdo en París, matando a doce personas e hiriendo a otras cuatro. El 11 de enero, unos dos millones de personas, entre ellas más de 40 líderes mundiales participaron en París en una marcha por la unidad nacional, 3,7 millones de personas se unieron a las manifestaciones en toda Francia, pero se produjeron manifestaciones en otros países (includas las principales ciudades españolas), con lemas a favor de la libertad de expresión y la defensa de la democracia, el Estado de Derecho, las libertades individuales, el derecho a la vida y la tolerancia en la convivencia.
El 11 de enero de 2015, muchos periódicos reprodujeron las caricaturas de Mahoma que había publicado la revista francesa y que habían motivado el atentado: ¿no deberían haberlas prohibido por ser «discurso del odio»? En Francia, hubo unos 200 incidentes en escuelas francesas cuando se organizaron actos de homenaje a las víctimas, por parte de alumnos/as musulmanes que mostraban su apoyo a los terroristas. En Argelia, Pakistán o Níger se produjeron disturbios o ataques contra iglesias o símbolos cristianos, como consecuencia de estas manifestaciones de apoyo a la revista Charlie Hebdo.