Fundamentos y causas
- El judaísmo, el cristianismo y el islamismo tienen una tradición común de la existencia de un mesías o salvador de la humanidad, que la eleva a otro estadio de culminación de su desarrollo y potencialidad. Por tanto, el mesías interrumpe la historia: «Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento» (Isaías, 65:17). San Agustín ya establece la idea de fin al hablar de un Juicio Final y al hacer girar toda la semántica medieval alrededor de la idea de salvación.
- El positivismo, uno de cuyos padres fundadores fue el francés Auguste Comte (1798 -1857), es una teoría social que insiste en que hay que atenerse a lo «positum», a lo puesto, a «lo que está ahí», sin que valgan rastreos que quieran explicar las causas de la situación, ni siquiera, por supuesto, críticas posibles a la misma. Por tanto, lo que «es» se convierte en lo mismo que lo que «debe ser».
- El positivismo inglés de Herbert Spencer (1820-1903) representa la expresión ideológica paradigmática de una clase social, la burguesía, y, como tal, en una doctrina individualista, darwinista social y liberal.
- El darwinismo social, en el que se basa Herbert Spencer (entre otros), es una mala interpretación una inadecuada aplicación a la vida social que se hace del pensamiento de Darwin, sosteniendo que en la sociedad se produce la pervivencia del más fuerte. Así, hay gente que genéticamente está llamada a cumplir una determinada función, unos son los fuertes, otros los débiles y esto es ley sagrada, sin que podamos oponernos a ello, sin alternativa posible. La «selección natural» es un mecanismo implacable y cualquier intento de limitarlo, venido de estructuras o poderes públicos, se torna innecesario, inútil y, en cualquier caso, inconveniente.
- En los siglos XVIII y XIX el debate de “el fin de la historia” resurgió de nuevo con los escritos de Hegel (Fenomenología del espíritu y Filosofía de la historia). Para Hegel, en las Lecciones para la filosofía de la historia, la meta a la que tiende el proceso histórico mundial es la «absoluta libertad», que una vez lograda permanece invariable a pesar de eventos y condiciones.
- En un sentido hegeliano, la historia, es decir, la vida humana social, evoluciona en una dirección y hacia un punto final concreto que, una vez alcanzado, supone de alguna forma, el fin del sufrimiento humano. Por tanto, el concepto de «fin de la historia», como lo utilizaremos aquí, sería equivalente al advenimiento definitivo de una forma de organizar la vida social.
- Alexandre Kojève (1902-1968) interpretó de la Fenomenología del Espíritu (Hegel) que el final de la historia es hecho coincidir con la época pos-napoleónica como el advenimiento definitivo de una sociedad frente a la cual no se presentarán ya proyectos políticos alternativos y el hombre se dedicará a la realización de sus deseos privados en un mundo esencialmente despolitizado. La forma en que es descrita esta época final parece abarcar tanto el capitalismo estadounidense como el socialismo soviético y, en la etapa final del pensamiento de Kojève, parece identificarse con el “dandismo” japonés.
- Las vagas ideas del fin de la historia de Kojève son presentadas por Francis Fukuyama (El fin de la historia y el último hombre, 1992), tras la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS, como el establecimiento definitivo y triunfal del liberalismo democrático con base capitalista como única opción viable. El fin de la historia en Fukuyama se interpreta como el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas. El final de la historia no significa el final de los acontecimientos humanos, sino el fin de la evolución del pensamiento humano sobre los sistemas sociales y políticos (principios, valores, reglas).
- El relato es que el absolutismo quedó destruido por la Revolución Francesa; el fascismo desapareció por la fuerza de las armas en la Segunda Guerra Mundial; y el comunismo ha sido eliminado en el campo económico dentro de su apartado de la distribución de bienes por medio del consumo y los mercados libres, todo lo cual ha resuelto de una vez por todas el problema del enfrentamiento de las clases sociales.
- El mercado es el que gobierna y el Gobierno quien administra lo que dicta el mercado . El decálogo del pensamiento único capitalista es el siguiente :
- El mercado, cuya mano invisible corrige las asperezas y definiciones del capitalismo.
- Los mercados financieros, cuyos signos orientan y determinan el movimiento general de la economía.
- El libre intercambio sin límites, factor de desarrollo ininterrumpido del comercio.
- La mundialización tanto de la producción manufacturera como de los flujos financieros.
- La división internacional del trabajo, que modera las reivindicaciones sindicales.
- La moneda fuerte, factor de estabilización.
- La desreglamentación o desregulación de la economía.
- Las privatizaciones.
- La liberalización económica, en general.
- Indiferencia con respecto al coste ecológico.
- Al igual que el fin de la historia es una forma de mesianismo, todo mesías tiene un «pueblo elegido» (los israelitas, la Umma). Y, evidentemente, el pueblo elegido es el que mejor represente al victorioso sistema capitalista: Estados Unidos.
- La propaganda del pensamiento único no sólo se difunde por capitalistas, neoliberales y neoconservadores, sino también por partidos socialdemocrátas, reformistas y eurocomunistas, así como académicos, expertos, intelectuales, pensadores y periodistas de esas mismas corrientes políticas de la realpolitik. El discurso es tan hegemónico que las masas no pueden creer más que todos los argumentos capitalistas son verdad y que es inevitable su imperio.
Impactos negativos
- Cultura hegemónica y del pensamiento único que produce un lavado de cerebro de las mentes humanas, consistente en conseguir cabezas vacías, no pensantes, acríticas, sumisas y consumistas-productivistas. En 1964 la Escuela de Frankfurt, y principalmente Herbert Marcuse (Berlín, 1898-1979), habló de algo similar al pensamiento único que denominó pensamiento unidimensional, como crítica al pensamiento de la sociedad positivista con su tecnológica avanzada. Para Marcuse este tipo de pensamiento es el resultante del “cierre del universo del discurso” impuesto por la clase política dominante y los medios: “Su universo del discurso está poblado de hipótesis que se autovalidan y que, repetidas incesante y monopolísticamente, se tornan en definiciones hipnóticas o dictados”. En su ensayo El hombre unidimensional, Marcuse realiza una crítica profunda del estado de la sociedad tecnológica de su tiempo. En la Escuela de Frankfurt, principalmente se destaca el factor manipulación e instrumentalización por el consumo, la publicidad y la propaganda. Ignacio Ramonet, que acuñó el término pensamiento único en enero de 1995 en un editorial de Le Monde Diplomatique, lo define “como una traducción a términos ideológicos de la pretensión universal de los intereses de fuerzas económicas del capital internacional”. Los dos rasgos principales del pensamiento único son la preeminencia de la instancia económica sobre la política y la consideración del mercado como el único medio para una asignación eficaz de los recursos. La hegemonía absoluta de la economía sobre el resto de los dominios sociales.
- Las desigualdades, externalidades negativas y fallos del sistema capitalista son concebidos como inevitables e irresolubles. Es más, desde el pensamiento único se argumenta que estos «problemas» o «situaciones» no son negativas por sí mismas, sino un incentivo, una motivación y una oportunidad para competir, innovar y salir de esa situación.
- La idea común de progreso se asocia directamente a la tecnología y al rechazo de cualquier estructura que no se sume a la modernización informática. Estando los medios de comunicación en manos de unos pocos, y no solo su control sino también su tecnología y distribución, la información solamente puede fluir en una dirección claramente dirigida y establecida desde los centros de decisión económica para difundir, reproducir y expandir el pensamiento único.
- Las clases oprimidas pierden su conciencia de clase, quedando alienados y desclasados, y se convierten en reproductores y defensores de la cultura hegemónica. El fenómeno no es nuevo; en palabras de Lenin : «El signo de nuestro tiempo es el entusiasmo “general” por las perspectivas del imperialismo, la defensa rabiosa del mismo, su embellecimiento por todos los medios. La ideología imperialista penetra incluso en el seno de la clase obrera, que no está separada de las demás clases por una muralla china”.
- La perspectiva de la revolución y, por tanto, de sistemas alternativos, ha desaparecido de nuestros horizontes y los debates se centran casi exclusivamente en distintos criterios de reforma parcial de la realidad y de la gestión tecnocrática de la misma .
- El desmantelamiento del Estado de Bienestar eliminando: los subsidios a los necesitados; derechos pasivos derivados de cotizaciones (pensiones, seguro de enfermedad, seguro de paro); servicios generales subvencionados o gratuitos (educación obligatoria, transporte colectivo, vivienda, etc.) y cualquier legislación laboral basada en la seguridad y la protección a los trabajadores.
- Los individuos homogeneizados culturalmente, además de más dóciles y sumisos, tienen necesidades más uniformes y más fáciles de suplir mínimamente o alimentar a conveniencia, optimizando la eficiencia en la gestión del sistema social.
- Las fuerzas democráticas no pueden superar la hegemonía capitalista, ya que se ha fabricado el consentimiento (Chomsky) para que la mayoría empobrecida y desclasada, siga manteniendo y conservando, en las urnas y los parlamentos, los privilegios de una minoría multimillonaria. Como declaró Warren Buffett, un inversor estadounidense y una de las personas más ricas del mundo: “Desde luego que hay una guerra de clases, pero es mi clase, la clase rica, la que la está haciendo y la estamos ganando” .
Casos y ejemplos
Colonialismo cultual y macdonalización
Folk politics, aceleracionismo y postcapitalismo