En 2007, Naomi Klein publicó el libro La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, que viene a documentar y argumentar los procesos de psicología social que ha desarrollado el capitalismo después de la Segunda Guerra Mundial para extender su influencia y hegemonía a nivel mundial, pero también internamente. A diferencia de lo que se puede pensar, este consentimiento global que parece existir de que el capitalismo es el mejor sistema económico posible, no se logró de forma dialogada, racional y pacífica, sino a través de desastres, guerras, violencia y contingencias que provocan una conmoción y confusión social que favorece la aceptación social de una serie de reformas impopulares y que perjudican y someten a la mayoría de la población.
El caso más claro que utiliza Naomi Klein fue el del golpe de Estado contra Salvador Allende y posterior dictadura del General Pinochet en Chile. La política de exterminio masivo y tortura de comunistas fue la culminación de proyecto que permitió implantar sin oposición alguna el programa capitalista de los Chicago boys.
Pero el caso chileno no fue el único, ya que, a partir de 1975, esta doctrina del shock también se promovió y aplicó por la CIA, en Argentina, Brasil, Paraguay, Urugay, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, en la denominada Operación Cóndor. El objetivo de la Operación Cóndor era secuestrar, encarcerlar, torturar y asesinar clandestinamente a cualquier persona vinculada a ideologías contrarias al capitalismo o sus consecuencias, como movimientos de la izquierda política, el peronismo, el sindicalismo, las agrupaciones estudiantiles, la docencia, el periodismo, el campo artístico, la teología de la liberación, el movimiento indígena y el movimiento de derechos humanos. El gobierno de Estados Unidos proporcionó planificación, coordinación, entrenamiento en tortura y contrainsurgencia, apoyo técnico y suministró ayuda militar a las juntas militares, grupos paramilitares y escuadrones de la muerte, durante las administraciones de Johnson, Nixon, Ford, Carter y Reagan.
La doctrina del shock no sólo se aplicó por Estados Unidos en latinoamérica, sino que en Reino Unido se utilizó la guerra de las Malvinas (1982) para que Margaret Thatcher introdujera su paquete de reformas neoliberales. Hubo otros casos, como Polonia (1989) donde el sindicato Solidaridad, que ganó las elecciones, acabó aplicando reformas neoliberales bajo la presión del FMI; las protestas de la plaza de Tinannmen en China (1989) también fueron utilizadas para que derivaran en protestas violentas y se produjera una liberalización de la economía china; Rusia (1992-2000) con la desintegración de la URSS y por medio de golpes de Estado se aupó al poder a Boris Yeltsin para que permitiera el expolio de las empresas y patrimonio ruso que dio lugar a los actuales oligarcas rusos; Sudáfrica (1990-1993) donde el apartheid fue utilizado durante las negociaciones para que se aceptaran políticas económicas en contra de la Carta de la Libertad del Congreso Nacional Africano; en los países denominados Tigres Asiáticos se utilizó la crisis financiera de 1997 para que fueran vendidas empresas estatales a empresas y fondos extranjeros; y, el caso más directo, la invasión de Irak en 2003 tras los atentados del 11-S, que permitió el control de los recursos petrolíferos y las empresas públicas de este país por las empresas estadounidenses y británicas.
El shock que se utiliza para imponer y extender la hegemonía del capitalismo, no es sólo por la guerra y la violencia, sino que también se aprovechan desastres naturales, como el huracán Katrina, el tsunami de Sri Lanka (2004) o, más recientemente, la pandemia de la Covid-19 para que se acepten pública y mayoritariamente los privilegios de unos pocos y que la mayoría quede abandonada a su suerte en una situación de carencia de recursos, infraestructuras y servicios públicos.