Mercados cautivos

Uno de los grandes mitos del capitalismo es que la libertad de mercado conduce a una mayor competencia entre las empresas, y que una mayor competencia es beneficiosa para la sociedad (mayor eficacia y calidad a menor precio). Sin embargo, la realidad demuestra constantemente que la avaricia individualista en la que se asienta el capitalismo no conduce a ese escenario, sino al oligopolio o incluso el monopolio, donde las empresas pueden subir constantemente los precios sin necesidad de aportar mayor valor, maximizando el beneficio propio, lo cual es especialmente grave en bienes y servicios esenciales.

Peter Thiel, cofundador de PayPal, publicó en The Wall Street Journal en 2014 un polémico artículo titulado: “La competencia es para los perdedores”. Thiel, uno de los inversores más influyentes de Wall Street, verbalizaba lo que hasta ahora había sido un anatema: “Si se quiere captar el valor que existe en el mercado, conviene construir un monopolio”.

El único objetivo de las grandes empresas es maximizar su beneficio, no el de la sociedad, y la tendencia natural de esa función económica es conseguir un monopolio o, al menos, crear un cártel. La libertad de mercado y la competencia, paradójicamente, requiere de la protección y garantía de los gobiernos, que han ido creando todo un gran marco legal e institucional anti-monopolios.

El primer caso de monopolio en el que tuvo que intervenir el gobierno, fue en EEUU, frente a la posición de dominio de la compañía Standard Oil de John D. Rockefeller, y, en 1890, se estableció la Sherman Antitrust Act (por John Sherman, senador estadounidense que propuso la ley) que se considera el nacimiento de la legislación de la competencia actual.

Actualmente, casi todos los gigantes tecnológicos (Microsoft, Apple, Google, Amazon, Facebook, Intel) y financieros (Visa, Mastercad, Bank of America Merrill Lynch, Crédit Agricole, Credit Suisse, y, en España, Caixabank, Banco Santander, BBVA y Banco Sabadell) abusan de su posición de dominio y en diferentes ocasiones se han impuesto multas millonarias.

Los casos de concentraciones y oligopolios se reproducen en muchos sectores como el de los medios de comunicación, las agencias de noticias, los fabricantes de automóviles, los fabricantes de aviones, las farmacéuticas, las empresas del sector energético, las aerolíneas, la metalurgia, la minería, las telecomunicaciones, la distribución comercial en supermercados, e incluso el agua potable (tanto el suministro como la embotellada), entre otras.

Referencias