Las instituciones de Bretton Woods, que nacieron del llamado Consenso de Washington, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), se instrumentalizaron como los mecanismos globales necesarios para legitimar y consolidar el colonialismo del siglo XIX, a través de la imposición de políticas neoliberales y privatizadoras, para conseguir el crecimiento del PIB, a cambio de la financiación de los gobiernos, sobre todo, de América Latina y África.
La perspectiva del Banco Mundial se refleja muy bien en un artículo publicado en 1992: «Prácticamente no hay límites a lo que se puede privatizar«. Un informe del Relator Especial de Naciones Unidas sobre la extrema pobreza y los derechos humano, Philip Alston, concluyó al respecto de las privatizaciones impulsadas por el FMI y el BM que: «Las consecuencias para los derechos humanos son abrumadoramente negativas. Rara vez se incluyen normas de derechos humanos en los acuerdos de privatización. Esas normas están sistemáticamente ausentes de las directrices que rigen tanto los procesos como los resultados.» .