Los economistas Ludwig von Mises y su discípulo Friedrich Hayek (aunque antes se alineaba más con el socialismo fabiano), en su debate sobre el cálculo o planificación económica con los economistas marxistas, culminaron el desarrollo de una escuela económica con postulados propios como la teoría del valor subjetivo, el marginalismo en la teoría de los precios y que la mejor asignación de recursos económicos la hace el mercado y no la planificación estatal. La Escuela Austríaca se convirtió en la cuna del liberalismo económico, en una época en la que predominaban la planificación estatal de los países soviéticos y el intervencionismo económico keynesiano de la mayoría de democracias occidentales, y por ello sus postulados básicos eran considerados como heterodoxos, entre otros motivos porque repudian de los modelos matemáticos e incluso del método científico, que consideran imperfecto e insuficiente para analizar las acciones económicas humanas.
Mientras tanto, en el otro lado del Atlántico, Milton Friedman estuvo trabajando para diferentes departamentos gubernamentales, y, durante la Segunda Guerra Mundial, en asuntos militares en una división de la Universidad de Columbia. Friedman y otros economistas liberales se vieron influidos por el libro Camino de servidumbre que en 1944 había escrito Hayek en Londres. En 1946, tras doctorarse, Friedman aceptó una oferta para enseñar teoría económica en la Universidad de Chicago, en la que trabajó durante los siguientes treinta años, contribuyendo a la creación de una comunidad intelectual denominada la Escuela de Economía de Chicago.
En 1947, el profesor Friedrich Hayek convocó a 36 intelectuales, la mayoría economistas, junto con historiadores y filósofos en el Hotel du Parc en la villa de Mont Pelerin (y de aquí el nombre de Sociedad Mont Pelerin), cerca de la ciudad de Montreux (Suiza), para discutir la situación y el posible destino del liberalismo tanto a nivel teórico como en la práctica.
En 1947-1948 se desarrolló la denominada Doctrina Truman de apoyo estadounidense a los pueblos libres contra los regímenes totalitarios comunistas. En 1948 el presidente yugoslavo, Tito, rompe relaciones con Stalin y la URSS, aproximándose a los EEUU, quien prestó ayuda económica y financiera a Yugoslavia. En agosto de 1949 la URSS realizó su primera prueba de una bomba nuclear. En junio de 1950 Corea del Norte, con apoyo militar soviético y chino, invade Corea del Sur, y, en agosto de 1950, EEUU decidió intervenir en la Guerra de Corea.
En 1955 se inició un convenio de colaboración entre la Universidad de Chicago y la Facultad de Economía de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), para enviar egresados chilenos a la universidad estadounidense, concluyendo el programa en 1961. En Chicago, con profesores como Milton Friedman y Arnold Harberger, los estudiantes desarrollaron un pensamiento liberal en el que el mercado debe tener la menor cantidad de intervención que sea posible y que la sociedad debe actuar desde el individuo, para así no tener como freno a un Estado que pudiese distorsionar al mercado.
Ese grupo de cerca de 25 economistas chilenos, la mayoría titulados en la Pontificia Universidad Católica de Chile y con postgrado en la Universidad de Chicago, durante la década de 1960 y posteriores, adquirieron el nombre de Chicago Boys.
En 1970, desde el Centro de Estudios Socio-Económicos (CESE) dirigido por Emilio Sanfuentes Vergara, los Chicago Boys elaboraron un programa económico para el candidato de la derecha a la presidencia chilena, Jorge Alessandri Rodríguez. Las orientaciones fundamentales
del programa alternativo presentado por los Chicago Boys eran la apertura de la economia, la eliminación de prácticas monopolísticas, la liberación del sistema de precios, la modification del sistema tributario por uno mas neutral, eficiente y equitativo, la creación y formación de un mercado de capitales, la generación de un nuevo sistema de seguridad social, la normalización de la actividad agrícola nacional (una contra-reforma agraria), y la protección de los derechos de propiedad. Sin embargo, los asesores económicos del candidato Alessandri consideraron el programa como demasiado radical.
En verano de 1970 ya se apreciaba, y los informes el embajador estadounidense en Chile y la CIA así lo confirmaban, que la candidatura de la llamada Unidad Popular, que encabezaba el socialista Salvador Allende, tenía muchas posibilidades de ganar las elecciones. En plena Guerra Fría, basándose en la Doctrina Roosvelt del «Gran Garrote» y siguiendo la política de contención del comunismo instaurada por la llamada Doctrina Truman, el presidente de los EEUU, Richard Nixon, autorizó que la CIA desarrollara una operación encubierta para impedir que Allende resultara elegido presidente (operación Track I) y si no resultaba bien, iniciar una guerra económica contra Chile para generar un clima golpista y, finalmente, apoyar, financiar y promoverlo (proyecto FUBELT o Track II), como así ocurrió el 11 de septiembre de 1973. Parece ser que la Doctrina Truman ha dado siempre más importancia a combatir el comunismo que a defender la libertad de los pueblos, en la misma línea que uno de los fundadores del neoliberalismo, Friedrich August von Hayek, que en declaraciones a El Mercurio (12-4-1981), dijo: «Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un Gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente«.
La investidura de Allende comenzó con el asesinato del general René Schneider, Comandante en Jefe del Ejército en ese momento, promovido y financiado por la CIA junto con las fuerzas opositoras de derechas, por sostener firmemente el principio de apego al orden constitucional, respeto de la voluntad ciudadana y no intervención en política por parte del Ejército de Chile (Doctrina Schneider).
El 3 de noviembre de 1970, el socialista Salvador Allende comenzó su mandato como presidente de Chile. La cabeza económica del gobierno fue Pedro Vuskovic, que llevaría a cabo el plan de transición del capitalismo al socialismo. El plan de la Unidad Popular para llegar al «socialismo a la chilena», es decir, con medios pacíficos y democráticos, consistía en los siguientes puntos:
- Estatización de las áreas «claves» de la economía, como las telecomunicaciones, dominadas por la estadounidense ITT.
- Nacionalización de la Gran Minería del Cobre, dominada por las mineras norteamericanas Kennecott y Anaconda, propiedad de las familias Rockefeller y Rothschild.
- Aceleración de la reforma agraria.
- Congelamiento de los precios de las mercancías.
- Aumento de los salarios de todos los trabajadores, pagándolos con emisión de billetes.
- Modificación (con un clima de euforia económica) de la constitución y creación de una cámara única.
El primer año de mandato de Allende se saldó con resultados económicos que, para los estándares capitalistas, se considerarían bastante positivos :
- El PIB global y el industrial crecen: 8,3% el primero (la tasa más alta de los últimos quince años de esa época) y al 14,6% el industrial (que en 1970 había crecido al 0,3%).
- La tasa de desempleo bajó desde un 8,3% (diciembre de 1970) a 3,9% (diciembre de 1972).
- La inflación bajó desde un 34,9% en 1970 a un 22,1% en 1971.
- Los salarios reales crecieron y la participación de sueldos y salarios en el ingreso nacional llegó a un 59,0% en 1971.
Sin embargo, el gobierno de Allende estaba siendo asediado y boicoteado económicamente, tanto a nivel interno (paros patronales, huelgas, manifestaciones, especulación, acaparamiento, mercado negro, etc.) e internacionalmente (embargo económico estadounidense, depreciación del cobre, imposibilidad de acceder al mercado de divisas y financiación de deuda pública, etc.), alimentado por la presión política y la desinformación mediática de la oposición financiada por la CIA, con intentos de golpe de Estado (Tanquetazo) y asesinatos políticos, como el del edecán naval del Presidente, capitán de navío Arturo Araya.
Los Chicago boys, que hasta entonces habían estado un poco marginados de la vida política, a mediados de 1972 empiezan a aglutinarse contra las medidas de Allende, con el apoyo de los partidos de derechas y los futuros golpistas, para desarrollar el programa económico de la dictadura militar que, cuando comenzó el 11 de septiembre de 1973, ya tenía un diagnóstico y las líneas maestras de trabajo en materia económica .
Al principio de la dictadura, los militares no permitieron que los Chicago boys ocuparan los principales cargos económicos, y se quedaron en puestos de asesoramiento y técnicos. La Oficina de Planificación Nacional (ODEPLAN), dirigida por Roberto Kelly, se encargaba del desarrollo de las nuevas políticas económicas y se llevó a un brillante Chicago boy como Miguel Kast. Kast se preocupó de formar el nuevo semillero de Chicago boys, para lo cual hizo aprobar un programa de becas, financiado por ODEPLAN, a través del cual se enviaría a un total de cien estudiantes chilenos a las aulas de Friedman. No obstante, en ODEPLAN desempeñaron sus funciones muchos de los Chicago boys, que tenían que ganarse aún la confianza de los militares. Los desastrosos resultados de 1974, con una inflación del 375,9%, fueron usados para desgastar a los altos cargos económicos, y en abril de 1975 prepararon una ofensiva con un plan de «tratamiento de shock» (una terapia que posteriormente veríamos replicada en las antiguas repúblicas socialistas soviéticas tras la disolución de la URSS) que elaboraron directamente para el ministro de Hacienda, Jorge Cauas, saltándose a otros rivales democristianos dentro del gobierno, que dimitieron inmediatamente, y dejaron el campo libre para los Chicago boys .
Pinochet se mostró entusiasmado por la simplicidad del modelo neoliberal de capitalismo «salvaje y autoritario» que presentaban los Chicago boys a través del ministro Cauas, consistente en una reducción del gasto público que cayó hasta el 27%, la inversión pública se redujo a la mitad, una reducción de las pensiones del 59% y el 25% de los funcionarios públicos fueron despedidos; se incrementó la recaudación subiendo el impuesto de la renta, el IVA, las tasas arancelarias y los precios por servicios públicos; por supuesto, se privatizaron las empresas públicas y los latifundios agrícolas, que pasaron a unos precios muy ventajosos a grupos empresariales privados; y se liberalizaron los intereses bancarios una vez que se habían privatizado todas las entidades financieras de Chile. El programa neoliberal de los Chicago boys se complementó con una flexibilización del mercado laboral, reducción del salario mínimo, y un ataque al sindicalismo que lo debilitó considerablemente. Los efectos fueron traumáticos: casi no se redujo la inflación, cayó mucho el PIB, aumentó el paro y bajaron los salarios. El único motivo por el que este «coste social» no produjo un alzamiento masivo en esta primera recesión fue la dictadura militar, la brutal represión de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y el control de la prensa y los medios de comunicación .
La privatización salvaje que promovieron los Chicago boys hizo que la concentración de la riqueza en ciertos grupos empresariales fuera incluso mayor que antes de que llegara Allende al poder. Estos grupos empresariales fueron los que pudieron beneficiarse de las enormes sumas de dinero que prestaban los bancos internacionales para la «ayuda al desarrollo» que supuso un excesivo endeudamiento externo de Chile y otros países latinoamericanos .
El nuevo orden económico neoliberal no sólo se aplicó de facto, sino que también se introdujo en la misma Constitución chilena de 1980, prohibiendo la huelga de los trabajadores públicos, hace imposible que los trabajadores puedan negociar colectivamente por área de actividad permitiéndoles solo negociar con los patrones de la empresa en la que trabajan. Además, constitucionalizó la provisión privada de los servicios de salud, de los Administradores de Fondos de Pensiones (AFP), y de la educación. La Constitución pinochetista consagró un «Estado subsidiario» que no provee directamente la prestación de los bienes básicos, sino que lo deja en manos del mercado; los derechos sociales no son derechos sino mercancías que sólo puede disfrutar quien se las puede pagar.
Sin embargo, el «milagro económico» chileno, alimentado por un creciente endeudamiento (entre 1977 y 1981 la deuda externa casi se triplicó), chocó con una recesión en 1982 que duró hasta 1985, que supuso reducciones en el PIB de dos dígitos. Los mecanismos de ajuste automático de la economía de libre mercado totalmente desregulada, no funcionaron y la economía chilena estaba en caída libre. En junio de 1982, en contra de lo que repetía constantemente el gobierno dictatorial y los Chicago boys, se devaluó el peso chileno, generando una crisis de confianza en el modelo económico, que vino acompañada por una reacción de los mercados que supuso una devaluación aún mayor del peso chileno. Finalmente, la dictadura de Pinochet tuvo que rescatar con dinero público (pedido al FMI y al Banco Mundial) las entidades financieras. A comienzos de 1983 el gobierno liquidó tres bancos, intervino cinco de los principales bancos comerciales y el Banco Central ofreció extensos créditos al resto, con el fin de proveerlos de liquidez de corto plazo; la “cartera mala” o préstamos incobrables del sistema bancario superaban en tres a cuatro veces el patrimonio del banco. El monto de recursos que el Banco Central destinó al rescate de deudores alcanzó a 6.000 millones de dólares en el período 1983-85, lo que equivale aproximadamente al 30% del PIB de aquellos años. Los subsidios cuasi-fiscales aportados por el Banco Central, que superaron el 4% del PIB en cada año del período 1982-85, fueron mayores que los déficit públicos tradicionales (sector público no financiero) para el mismo período . Un ejemplo más, igual que la crisis financiera global de 2008, de que mientras los negocios van bien, el neoliberalismo no quiere ver al Estado intervenir en la economía, pero cuando van mal, el Estado debe acudir al rescate de su propia avaricia, aunque genere una inflación de más del 20% anual; se puede rescatar bancos, pero no personas.
En 1984 y, sobre todo con el nuevo equipo económico de la dictadura en 1985, se aplicó un estricto programa de ajuste estructural dictado por el FMI y el Banco Mundial, orientado exclusivamente a pagar la deuda externa. No obstante, en 1988 y 1989, la dictadura de Pinochet invirtió en políticas expansivas, en contra del programa de ajuste, para ganar votos en el plebiscito de 1988 y en las elecciones de 1989. El plebiscito fue perdido por Pinochet, éste se negaba a ceder pero tanto militares como civiles de sus filas le convencieron para que aceptara el resultado. Las conversaciones entre las elites siguieron su camino y, así, se negoció una modificación parcial de la Constitución, que fue aprobada en 1989 por una amplia mayoría de la población. En este mismo año la coalición de elites contra el autoritarismo ganó las elecciones presidenciales y las legislativas, de modo que el 11 de marzo de 1990 un presidente elegido democráticamente asumió el mando. Por tanto, hubo una transición, pero manteniendo la Constitución de 1980 y a Pinochet como senador vitalicio y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, aprobándose leyes de amnistía y con el compromiso de todas las élites negociadoras de perpetuar la ortodoxia del modelo económico neoliberal instaurado por la dictadura. Los grandes grupos económicos lograron establecerse como actores de veto que tienen la capacidad de maniobrar allende las reglas democráticas, mediante la amenaza de la no inversión y la erosión de la confianza sistémica, con lo que realmente se transicionó hacia una democracia defectuosa . De hecho, las políticas neoliberales las han mantenido de una u otra forma tanto gobiernos de derecha como de izquierda.
La sociedad chilena ha evolucionado y reaccionado contra el sistema neoliberal, que ha aportado grandes tasas de crecimiento económico e incluso de incremento de la renta per cápita, pero a costa de una de las mayores tasas de desigualdad y concentración de rentas en los más ricos, así como graves problemas de acceso a derechos básicos como la salud y la educación .
Referencias